De niño siempre estaba pendiente de lo que hablaban los
grandes y tenía mucha curiosidad de sus conversaciones. Mi madre me regañaba
porque yo prefería leer el periódico que jugar con mis hermanos, sin embargo,
mi método de distracción era jugar de grande.
La camisa blanca del uniforme de escuela de mi hermano
mayor, una mesa con la cortina blanca de mi cuarto, el diccionario de español y
las pastillas de menta que compraba en la pulpería, lo convertía en: el vestido,
el altar, la biblia y las ostias que utilizaba para oficiar las misas frente a
mis dos hermanos menores y varios primos que asistían a mi cuarto para escuchar
mis sermones.
Mi mamá siempre dijo que yo quería ser sacerdote. Sin
embargo, yo descubrí que, lo que admiraba de aquel señor que todo mundo le
tenía respeto, era su elocuencia para expresarse en público.
Otra excusa para jugar eran los programas de la periodista
Cristina Saralegui. Yo me aprendía y anotaba los diálogos de los casos que
aparecía en el Show de Cristina, para después poner a mis hermanos y primos a
interpretarlos. Así desarrollaba muy propios programas caseros.
Mi mamá y mis hermanos, estoy seguro que lo vieron como
simples juegos de niño, pero para mi significan los primeros pasos para que yo
descubriera que comunicar es la profesión que bien me queda, o por lo menos es
lo que me gusta.
Pasaron 15 años para que el sueño que me hacía jugar se
convirtiera en una realidad. En el 2012 me convertí en periodista del programa
Buen día de Canal 7 de Costa Rica, al lado del periodista Edgar Silva, el
entrevistador más respetado del país en los últimos años.
Nada fue fácil, tuve mil tropiezos y mis inseguridades eran
más que sangre en mis venas. Los recuerdos de mi infancia era la única fuerza
para seguir. Al mismo tiempo descubrí que, si fuera fácil cualquiera lo haría,
y no, no cualquiera puede. Para estar en esto hay que ser muy apasionado,
hacerlo con amor y demostrar entrega.
Así me tocó hacerlo cuando busqué mi primera oportunidad en
un medio de comunicación, donde los papeles se invirtieron. A mi no me
entrevistaron, yo entrevisté.
Lo describo de esta forma porque, una tarea universitaria me
dio la oportunidad de conocer a Edgar
Silva. Ese encuentro fue la mejor razón para demostrar, mi potencial para ser
periodista. No solo gané una buena calificación por la entrevista, también me
gané la oportunidad de realizar la práctica profesional en un programa de
televisión.
Ahí me mantuve el tiempo que el destino tenía para mí, el suficiente
para demostrar que tenía la voluntad de aprender y hacer lo que me gusta. Enumerar
una lista de conocimientos que adquirí es imposible, hasta los errores se
convirtieron en la mejor marca de mi meta.
Aunque a veces me quiero caer, siento la firmeza de mis
pasos y desconozco el rumbo de mi camino, pero si vuelvo a mirar hacia atrás me
encuentro con algo que me da mucha fuerza y me saca una sonrisa… el logro de
haber convertido mis juegos de niño es un hecho real.